Había una vez un rey de un Reino muy lejano que tenía una hija, un caballito de mar y una bola de cristal que le decía el tiempo que iba a hacer. La hija se llamaba Rosalía y se pasaba el tiempo contemplando el caballito de mar, estaba triste porque lo veía solo y se negaba a separarse de él hasta el punto que ni comía ni bebía si no era a su lado. Un día el padre, harto de que estaba consumiendo su infancia y parte de su juventud y perdiéndose todas las cosas buenas de la vida, decidió contactar con una bruja a través de su bola de cristal y le pidió su ayuda. La bruja que tenía muy buena reputación por ayudar a la gente le propuso tres opciones y dejo que pensara para ver si era un rey sabio y bondadoso. La primera opción era envenenar el agua del acuario para que el caballito enfermara y al final muriera y desapareciera. La segunda opción era que apareciera un bello y apuesto príncipe para que la enamorara y la apartara de esa obsesión. Y la tercera, que fue la que más le
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